¿Qué es la felicidad?

Es una pregunta increíblemente profunda y tan particular como una huella dactilar. Creo que hay una tendencia a nivel socio-cultural a querer encapsular el concepto de felicidad, asociándolo a estándares determinados de vida personal y profesional: tener éxito, pareja, buen trabajo, buen ingreso, casa propia, hijos inteligentes, amigos «molones» y un largo etcétera que al final lo que muestran es un «check list» que si no se marca en su totalidad lo que ocasiona es un cúmulo de sensaciones como agobio, frustración, decepción y que no colaboran a que aflore la sensación de felicidad, que tanto anhelamos como seres humanos. Hoy me mojo afirmando que la felicidad es una sensación que puede ser puntual, recurrente y/o duradera y es producida por la posibilidad de modular nuestro pensamiento hacia las zonas donde acampan el aprendizaje, la aceptación, la conexión, el aporte, la trascendencia, la fluidez, la vulnerabilidad, las emociones, la alegría. Ser feliz para mí significa poder experimentar las situaciones que nos acontecen con la mirada puesta en lo que realmente es importante para nosotros, en lo que nos aporta, en lo que nos hace evolucionar y por supuesto, en lo que nos permita ayudar a otras personas.