Creo que podríamos identificar varias, asociadas al miedo:
Miedo a no haber escogido la mejor opción:
En cada momento, en cada instante sale lo mejor que somos. Al estar conectados con nuestro ser más esencial, con lo más profundo de nosotros, las posibilidades de ir por dónde queremos ir y por dónde nos vamos a hallar mejor, son altas. Tomemos en cuenta nuestros valores y nuestros anhelos, equilibremoslos y fluyamos.
Miedo a las consecuencias y a no poder asumirlas satisfactoriamente:
Desde la libertad y el compromiso con nuestra vida al haber tomado una decisión, estamos en la capacidad de responsabilizarnos de lo que sucede y de volver a iniciar un ciclo decisorio con las nuevas circunstancias que han aparecido una vez que se ha decidido.
Miedo a ser juzgados:
Mi cuñado dice una frase un poco en tono de broma pero que tiene un trasfondo muy sabio: ¡VIVE TU VIDA! Y es que es tuya, así como la de los demás es suya. No con esto digo que nos aislemos de los entornos con los que nos relacionamos; con esto se propone vivir un proceso decisorio desde la certeza que las repercusiones que me atañen y donde realmente tengo poder de acción es en las que impactan mi propia vida. Nuestras decisiones nos pertenecen y los filtros que necesitan pasar son los que consideremos importantes, incluyendo o no el consejo o la visión de personas significativas para nosotros.
Miedo a no cubrir las expectativas, las propias y las del entorno directo:
Cuida tus expectativas, con las de los demás no puedes hacer nada, que lo hagan ellos si es que quieren pero son suyas. Las tuyas, las que tú te pones, esas sí necesitas trabajarlas y hacerlas a tu medida. La felicidad solo depende de una cosa: de las expectativas (de las tuyas, claro).
